Y luego... nada. Nuestros encuentros son así de efímeros. Efímeros y extraños. Tan extraño como que nuestro encuentro del otro día no fue ni mucho menos casual. Oí tu voz y eso me bastó para dejar inmediatamente lo que estaba haciendo y salir de mi escondrijo a buscarte; salir disparada con cierto temor de que marcharas sin llegar a alcanzarte -si hubiera tardado un par de segundos más, te habrías ido-. Así, te encontré como quien no quiere la cosa, fingiendo un encuentro totalmente eventual.
Pasé por tu lado y seguí caminando hasta que tú frenaste mi marcha. Te apetecía hablar. A mí, lo que realmente me apetecía era besar tus labios pero me tuve que conformar con dos besos de rigor.
muy bueno me ha encanntadoo
ResponderEliminarMenos da una piedra dicen...aunque esos dos besos supieran a bien poco.
ResponderEliminar